Siempre es más fácil hablar de las cosas que vuelven nuestros días de colores sombríos y tristes. Hablar de la lluvia que nos cala los pies y nos mete ese frío desgarrador en el cuerpo, ese que no sale aunque nos arropemos hasta casi no respirar. Es más fácil llorar las palabras, para ver si de alguna forma nos quedamos secos de una vez, para ver si podemos reparar todas las goteras de nuestra cabeza. Pero, ¿y la felicidad? Los días que vuelan porque cada segundo es perfecto. De esos días es más difícil hablar, quizá porque pasan tan pocas veces que preferimos aprovecharlos y dejar el recuerdo guardado bajo llave, por si algún día se vuelve en nuestra contra.
Queda tanto por delante, escucha a tu corazón...