jueves, 10 de mayo de 2012

Tempus fugit irreparabile.

De vez en cuando necesitamos un día. Un día para llorar, para gritar, para odiar y querer al mundo a la vez. Para pensar en lo que ya no está y en todo lo que hemos conseguido. En que el parte ya no dará más tormentas. Un día para coger todo el aire que podamos y respirar muy muy profundo, para preparar cada pequeño cambio en nuestra vida... Y no sé hacia dónde voy, nunca lo sé. Lo que sí sé es que mejor sola que mal acompañada. Aunque a veces tenga la sensación de que todo se desmorone alrededor. Aunque quiera salir corriendo algunos días sólo para asegurarme de que realmente quiero regresar.

Siempre es más fácil hablar de las cosas que vuelven nuestros días de colores sombríos y tristes. Hablar de la lluvia que nos cala los pies y nos mete ese frío desgarrador en el cuerpo, ese que no sale aunque nos arropemos hasta casi no respirar. Es más fácil llorar las palabras, para ver si de alguna forma nos quedamos secos de una vez, para ver si podemos reparar todas las goteras de nuestra cabeza. Pero, ¿y la felicidad? Los días que vuelan porque cada segundo es perfecto. De esos días es más difícil hablar, quizá porque pasan tan pocas veces que preferimos aprovecharlos y dejar el recuerdo guardado bajo llave, por si algún día se vuelve en nuestra contra
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Queda tanto por delante, escucha a tu corazón...