domingo, 8 de enero de 2012

Lamentablemente vas a tener que vivirlo para que puedas entenderlo...

No quiero saber nada del mundo. No estoy sola, no, pero me siento sola... 
Casi siempre ha sido así, para qué engañarnos. No soy una chica muy optimista, nunca lo fui o quizás ya no recuerdo el día en que lo era...
He cambiado demasiado en muy poco tiempo... 
He querido tanto que me he asfixiado en mí misma y, ahora, ¿qué me queda? La necesidad de pasar tiempo con alguien, de sentir el cariño que tanto tiempo me negué, el sentirme... ¿Querida? No lo sé... Necesito que alguien venga, me saque de todo esto, de mi desesperación, de mi agonía. Necesito escapar. Abrir la puerta y ver a la persona más inesperada detrás con una sonrisa de esas que no puedes aguantar y esperar a que vaya a articular palabra para enmudecerla con un simple beso. Necesito deseo, caricias, besos lentos... Quiero que el nerviosismo me recorra, que las risas tímidas salgan de mi yo más profundo y escondido, que mis ojos miren a otros y no tener que decir nada porque todo está dicho, porque todo lo sabemos. Quiero sostener su mano y sentir que soy yo y no otra la que pudo estar en ese día, en ese lugar, en ese momento, con él.


Si me preguntaran ahora mismo lo que quiero, no sabría responder. Mil cosas querrían salir de mi boca, mil sentimientos, mil deseos y quizás todos se concentrarían en uno solo. Sé lo que quiero en el momento preciso, el resto, lo olvido. El resto, me sobra. No soy de las que saben a ciencia cierta todo lo que recorre su mente, sus deseos más olvidados. 
No, no soy así.