martes, 24 de enero de 2012

Sigo la lucha, con dolor en el pecho. Porque peleo con el corazón, y aun queda trecho.

He cambiado tanto en todo este tiempo que duele hasta reconocerlo. Es una sensación de vacío que me come por dentro, es tener demasiada gente alrededor y ahogarte en tu soledad. Es estar en silencio mientras todos hablan, es derramar lágrimas cuando piensas que ya no te quedaba ninguna. Es morir en cada minuto, sufrir en silencio, y a veces, gritar de dolor. Encerrarte en tus pensamientos para no molestar a nadie. Y no hacer nada de ruido, no vaya a ser que se enfaden. Me escondo entre grietas y procuro no salir, para que nadie me encuentre. Pero a veces, mis llantos me delatan y la gente viene a ver qué pasa, aunque realmente no darían una mierda por intentar arreglarme. Estoy rota y no tengo reparación, soy como ese muñeco defectuoso que acaba en un contenedor porque nadie lo quiere. Soy la comida que menos te gusta y ese programa con el que siempre cambias de canal cuando lo echan. La canción que borras del Itunes o simplemente te la saltas cuando sale en aleatorio. Soy un montón de sueños rotos, desesperanzas y fracasos. No valgo nada, ni nunca lo valdré, pero vivo con ello porque es lo que me ha tocado. Vivo callada y sin remedio. Vivo esperando a que alguien me intente arreglar, aunque realmente tengo asimilado que nunca tendré reparo.